El corazón joven de la iglesia latió fuerte en Semana Santa

La Semana Santa en la Catedral de San Rafael resonó este año con una presencia especial: nuestros seminaristas, esos jóvenes valientes que han escuchado el llamado y se preparan con entrega para servir a nuestra diócesis. Junto al Administrador Apostólico, Monseñor Marcelo Mazzitelli, vivieron intensamente cada celebración del Triduo Pascual, desde la Cena del Señor hasta la gloriosa Resurrección.

Para ellos, estos días santos fueron mucho más que una liturgia. Fueron una inmersión profunda en el misterio de nuestra fe, una oportunidad única para contemplar de cerca el sacrificio redentor de Cristo y sentir en carne propia la fuerza transformadora de su amor. Ver sus rostros jóvenes, llenos de atención y devoción mientras asistían y participaban en cada rito, fue un testimonio vivo de su compromiso y de la semilla vocacional que florece en sus corazones.

Seguramente, en el silencio de la Adoración al Santísimo Sacramento, en la solemnidad del Viernes Santo y en la alegría desbordante de la Vigilia Pascual, sus corazones se llenaron de nuevas luces y una renovada certeza de su camino. Compartir estos momentos cruciales con nuestro guía pastoral les brindó una perspectiva invaluable sobre el ministerio sacerdotal que anhelan abrazar.

Ahora, nuestros seminaristas han regresado a sus respectivos seminarios, llevando consigo la riqueza de estas experiencias. Continúan su formación, ese proceso de discernimiento, estudio y crecimiento humano y espiritual que los prepara para ser pastores según el corazón de Cristo.

Pero su camino no lo recorren solos. Lo hacen sostenidos por la oración constante de toda nuestra comunidad diocesana. Cada Ave María, cada ofrecimiento, cada instante de súplica es un apoyo invisible pero poderoso que los fortalece en sus desafíos y los anima en sus momentos de duda.

Y junto a la oración, el apoyo económico es también un acto concreto de amor y evangelización. Cada aporte, por pequeño que sea, se convierte en un ladrillo más en la construcción de su futuro servicio a nuestra Iglesia. Es una forma tangible de decirles: “Creemos en tu vocación, queremos ser parte de tu camino”.

Como comunidad diocesana, sigamos unidos en oración por nuestros seminaristas y por el florecimiento de nuevas vocaciones sacerdotales. Que el espíritu de la Pascua nos impulse a ser generosos con nuestro apoyo, conscientes de que al sostener a quienes se preparan para servir, estamos invirtiendo en el futuro de nuestra fe.

¡Mantengámonos unidos en oración! ¡Tu apoyo es semilla de futuro!

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